Las películas de la saga de Bourne son todo un referente en el mundo cinéfilo, quién no conozca estos títulos probablemente ha estado viviendo dentro de una cueva ya que desde su estreno fueron todo un éxito.
Esta saga ha marcado un antes y un después en el género de acción en el cine, dando paso a unas películas con un ambiente más realista y por supuesto modernizado, todo ello gracias al trabajo de Paul Greengrass, el cual dió un vuelco al clásico cine de acción de Hollywood, implantando la semilla que dio lugar a nuevas escenas.
No obstante, dentro de la saga de Bourne hay que recalcar el hecho de que están basadas en novelas literarias escritas por Robert Ludlum, conocidas como El caso Bourne, El mito de Bourne y finalmente El ultimátum de Bourne. Este motivo puede ser que ayudará en su momento a que las películas tuvieran un carácter distinto al conocido, pero la película correspondiente al Legado de Bourne es la única que no se basa en ninguna novela literaria de Robert Ludlum, motivo por el cual se pueden apreciar diferencias notables de la trilogía anterior, pues en ella no aparecer el protagonista de la saga, Jason Bourne.
En este caso, el protagonista de la película es Aaron Cross, el cual representa a otro agente que pertenece a un programa equivalente al Treadstone. Se trata de un programa que ha estado realizando actos un tanto cuestionables, el cual se supone el propio Jason Bourne habría hecho público en la película anterior a la del Legado de Bourne.
En este programa la película nos deja entrever que fabrican unas pastillas azules hechas de un virus que da fuerza para que los soldados pasen de un estado normal a un estado “alterado” como si se tratara de supersoldados. Obviamente dicho programa intenta liquidar a todo aquel que sepa lo que se ha estado haciendo de puertas para dentro, a todos menos al número cinco, Aaron Cross, el cual consigue aliarse con una científica, que le ayudará a adquirir dichas pastillas, para lo cual se verá envuelto en varias persecuciones, explosiones y mucha acción.
A pesar de ser la misma trama, llegando a parecer una réplica de sus antecesoras, el guionista introduce varios elementos nuevos para hacerla diferente y única, el primero es el personaje de Aaron Cross, el cual a pesar de ser un personaje sólido no llega a tener el mismo éxito o interés para los espectadores y fans de la saga que tenía el propio Bourne. En este caso, con el cambio de protagonista la película ha dejado claro que el plato fuerte era precisamente tener un personaje tan complicado como era Jason.
En la película vamos a encontrar un poco de acción con una trama un tanto “pastillera”, la cual pretende conseguir que la película tenga un poco de jugo para exprimir, no obstante los fans de la saga encuentran una película que en ocasiones llega a ser aburrida por las constantes sobre explicaciones que suelen ser a parte de innecesarias poco interesantes.
Lo cierto es que a pesar de ser una saga muy taquillera, después del estreno del Legado de Bourne, hasta los fans más acérrimos se desilusionaron, pues no encontraron los ingredientes que tanto les gustaban de las entregas anteriores, en vez de eso se cruzaron con un personaje flojo y una trama bastante cuestionable, pero lo peor sin lugar a dudas es el hecho de que la película parece que no avance, llegando a hacerse eterna.
El caso del Legado de Bourne es uno más de los muchos que ha habido en el cine de Hollywood, el cual tiene por costumbre explotar los títulos cuando al público les gusta, dando lugar a segunda y terceras partes, en el peor de los caos hasta una cuarta, haciendo que las tramas y los personajes se vean desfigurados y sin ningún sentido. Lo cual nos indica que una retirada a tiempo es mucho mejor que una derrota tardía.
En cualquier caso, a pesar del desastre del Legado de Bourne hay que reconocer que la saga que se inició con Jason Bourne fue todo un éxito, el cual marcó un antes y un después en el mundo de la producción de películas de acción.